lunes, 30 de julio de 2012

La piba, la criatura y el espejo

                   La piba es una leyenda urbana. Dicen, por las calles de capital, que era común verla caminar siempre con una sonrisa. Dicen que la piba sonreía de felicidad, que tenía mil planes, mis cosas para hacer. Que sentía que la vida no podía ser mejor.
                   La piba se convirtió en leyenda, porque no apareció más. Dicen que un día, le robaron el alma y no se la volvió a ver. Que el invierno fue muy frío ese año. Y así como la piba se convirtió en una leyenda, y de leyendas están llenos los barrios, se corría el rumor de que había una persona que caminaba por la ciudad con ritmo pausado y triste. Dicen que si te la cruzabas, corrías peligro: esa criatura tenía el poder de llenar de tristeza a aquel que la escuchara. Dicen que era común verla caminar cabizbaja, sin la chispa en los ojos. Que parecía un muerto en vida, que no tenía proyectos. Dicen que, tiempo atrás, se le llevaron las ganas de ser feliz. Dicen que esa criatura es autodestructiva, depresiva, y conviene no acercarse. Todo lo que toca, lo rompe.
                   Hoy me crucé a la criatura, y nos miramos a los ojos. Nos miramos largo y tendido, intentando descifrar el universo de cada una. La miré fijo, y vi a la piba. Vi que se había transformado en esa criatura por la fuerza. Que buscaba algo sin poder encontrarlo. Que intentaba buscar, en la gente y en algunos lugares, algo que le devolviera la sonrisa, pero le había perdido el rastro.
                   Dicen que esa criatura construyó una coraza impenetrable para cuidar, recelosamente, el poco corazón que le quedó. Dicen que esa coraza es tan dura y fría, tan espesa, que muchos tienen miedo de que el corazón que está abajo quede aplastado.
                   Si alguna vez se cruzan por la calle con la criatura, regálenle una sonrisa, un mimo. Capaz todavía estamos a tiempo de que la coraza no se endurezca del todo. Capaz si alguien encuentra el alma de la piba, se la pueda devolver. Capaz, de este modo, la criatura deje de mirarme triste desde el espejo, y deje de preguntarme dónde escondimos a la piba.

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