lunes, 9 de diciembre de 2013

Diciembre

Diciembre trae, aparte del aguinaldo, mucho trajín. Mi cumpleaños y las fiestas hacen que en dos semanas me reparta con más gente de la que me gustaría.

Es uno de los meses que menos me gustan del año justamente por esto. La gente se pone sensible en esta fecha. Se hace el típico balance que determina cuánto podemos patear los objetivos que te pusiste, medio entonado, una madrugada de Enero. Mi balance implica otro cumpleaños que pasa y otra vez la promesa incumplida de dejar de fumar, de estudiar. De ser un poco más persona, de no exigirme todo el tiempo hasta el borde del colapso.

No cumplí ninguno de loa objetivos que me puse a los 21, ni los que me propuse cuando arranqué el año. Y tengo culpa por ello. Pero hice más por mi felicidad este año que ningún otro, y eso me hace sentir que me dediqué a ser feliz sin tener en vista esas expectativas de logro. Fui amiga, novia, hermana, colega, hija, sonreí cuando no tenía razones para hacerlo y lloré de felicidad y orgullo.
Estuve a la altura de las circunstancias la mayoría del tiempo. Fui infeliz de a ratos. Sigo culpandome de cosas ajenas a mí, sigo siendo un poco indefensa. Sigo saliendo sin paraguas a ver si la lluvia no moja esta vez y termino siempre empapada y temblando.

Sigo. Y probablemente eso es lo que me hace creer que la vida no se mide por objetivos autoimpuestos sino que se mide por las oportunidades de ser feliz que no desaprovechamos. Sigo mirando al sur. Sigo eligiendo mal, pero por lo menos elijo elegir.
Y eso, en este momento, es lo más valioso que tengo.

viernes, 14 de junio de 2013

Ponele (II)

Mientras recorría las calles de Rosario intentaba encontrarle lógica a vos, tu sonrisa, a irme del bar, a poner excusas, a los nervios, a tu boca, tus manos, tu voz, tu olor. Quise aplicar la lógica y antes de subir al avión me di cuenta que esta canción es lo más lógico del viaje.


lunes, 10 de junio de 2013

Ponele

Ponele que no hubiese seguido a mi instinto y, el viernes ese, no hubiese llevado en la cartera ropa interior decente. Ni loca le entraba a mi compañero de trabajo R, que es un 10, con esa tanga toda hecha mierda. Punto para mi instinto.

Ponele que no me hubiese pedido ese feriado para ir a San Miguel. No hubiese estado todo el trayecto del barrio a San Miguel hablando con R de cosas copadas, y probablemente no se hubiese desencadenado la situación anterior 5 días después. Punto para mi instinto.

Ponele que no me hubiese pedido ese feriado para ir a San Miguel. No hubiese conocido al Pibe Barrio, quien terminó siendo la fija indiscutida que me hizo descubrir que el vino en boca ajena es más rico. Punto para mi instinto.

Ponele que no hubiese conocido al Pibe Barrio. No hubiese estado por San Martin y Juan B Justo a horas extrañas y no hubiese creido verte a vos, Morocho. Menos que menos te hubiese mandado mensajes y hubiese descubierto, por sorpresa, que las asignaturas pendientes pueden dejar de ser pendientes. Punto para mi instinto.

Ponele que el jueves pasado hubiese ido directamente desde el trabajo a ver stand up. No hubiese llegado casi sobre la hora, ni me hubiese sentado tan cerca del escenario con los chicos. Sheldon no me hubiese visto, ni me hubiese dicho, con una caradurez sorprendente, "te agrego yo a facebook o me agregàs vos?". Ni hubiesemos dado una vuelta. Punto para mi instinto.

Ponele que no hubiese sacado pasajes a Rosario. Pero mi instinto no se equivoca.

lunes, 13 de mayo de 2013

miércoles, 8 de mayo de 2013

Cambios de tiempo

La posibilidad de un laburo nuevo despertó críticas de mucha gente que me importa, porque aparentemente está mal visto querer crecer, y está mal visto que a una la vean apta para determinadas cosas, determinados puestos, o simplemente le vean algo que vale la pena. Mi trabajo es mi vida, y eso es algo que transmito. Mis amigos no lo entienden, porque trabajan en algo que no les gusta. A mí me gusta esto, y me armé una linda carrera hasta el momento.

Que venga una empresa grande, enorme, y me diga "che, nos gustás, te cabe venir?" es un crimen por lo visto. En realidad el crimen sería arriesgarme a irme. El crimen es comentarlo, comentar mi felicidad y el orgullo que me genera que un monstruo asi me vea capaz.

El crimen es sentir que sirvo para algo en 21 años.




sábado, 20 de abril de 2013

Quisiera

... Poder contarte que mi vieja estuvo mal de salud, que yo estuve mal de salud y de otras cosas. Que me costó adaptarme a demás movidas. De mis noches sin dormir o de mis pocas ganas de todo.
Contarte de mi poca confianza en los hombres, de lo cerrada que me volví con cualquier persona. O que Morena te extraña. Que mis viejos te odian y que mis amigos quieren verme feliz como antes.

Hablarte de mi ascenso, de lo mucho que me cuesta todo últimamente. De mis muchas responsabilidades. Contarte de mis progresos con la batería. De lo que significó encontrar a alguien que me amara por cómo soy y no por quién soy. De lo inevitable de las comparaciones odiosas de él con quien otrora fuese el amor de mi vida. De esta rutina que nunca dejó de lastimarme cuando vos no estuviste. De mis múltiples fracasos y mis pocos aciertos.

Contarte que en noviembre me subo a un avión para cumplir un sueño tan esquivo como es conocer el mundo, uno de los (muchisimos) sueños que nunca compartimos. Porque mientras pensaba que el tiempo y yo nos congelábamos, vos seguis con tu vida de la misma forma que el tiempo siguió, y ahi afloró la peor verdad de todas, la que el amor tapó: vos y yo fuimos, somos y seremos diametralmente opuestos.

Tu conformismo y mi hambre de vivir. Tu comodidad y mi culo inquieto. Tu carencia de proyectos y mi idea de que todo lo que uno anhela puede ser tangible. Porque mientras el tiempo hizo lo suyo, nosotros también, y este abril me agarra con un laburo en el cual me pagan por ser feliz, con mis amigos al pie del cañón, un poco más rota, más grande, más calma y más conforme con mi vida. Más feliz conmigo. No con otra persona, feliz conmigo. Porque hoy veo que con vos era feliz, pero conmigo no.

Podría contarte todo esto y demases cosas, pero sería regodearme en tu placidez carente de sueños. Prefiero que me veas de vez en cuando, a veces triste, a veces feliz,  pero sin hablar. Porque mi sonrisa de "ahora el aire es mucho mejor" dice más que mil palabras.