jueves, 23 de agosto de 2012

Sinnombre

Una mitad mía, la más astuta, se calzó la mejor máscara del cotillón y se puso los mejores tacos. Esa parte tiroteó muchos tipos, estuvo con varios, y a todos les aclaró que "era una mina más". Como iba, me volvía y no me interesaba ocupar más de un rato en una cama ajena. La parte del disfraz se encargó de saltar de cama en cama y de boca en boca desde que me separé a principios de julio. Se aprendió chamuyos a montones para tipos que no valían la pena, y se calzó una coraza de mármol. Esa mitad se dio muchos gustos interesantes en este tiempo. Trato de identificarme en el espejo con esa mina, trato de aceptarla un poco más, pero a veces me miro, o me escucho, y pienso "esta no soy yo". 

La otra mitad, la que queda, la mitad sin flequillo y sin pintar, todavía disfruta de tomar un helado un miércoles a la noche mirando los árboles. Todavía se sonroja con algunas frases de Pibe. Esa mitad lo mira sonreir y no da fé de que el tipo en cuestión le haya dado pelota. La mitad sentimental, que aflora de tanto en tanto, se sorprende de eso. Y qué sería eso? El hecho de que Pibe siempre fue lejano. Muy lejano. "Ese tipo jamás me va a dar pelota", pensé muchas veces. Ayer lo miraba y no puede ser. Pibe me conoció en ese volantazo que pegué de chica-seria-y-responsable a chica-seria-responsable-y-comehombres, y le encantan esas dos mitades de perra infernal y piba de barrio que se pone colorada cuando le dicen ciertas cosas. Él me encanta, todo esto me encanta, y no dejo de pensar que si pudiera volver el tiempo a dos años atrás y me viese a mi misma mirándolo estupidizada, me diría "van a pasar muuuuuuuchas cosas en el medio, pero ese tipo va a levantarte y hacerte upa un miércoles y vos vas a ser feliz con eso".

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